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Ondas de choque bajo las olas: cómo los cables submarinos alteran el comportamiento de los cangrejos

  • The daily whale
  • 20 oct
  • 2 Min. de lectura

Mientras el mundo trabaja diligentemente para lograr una infraestructura energética más ecológica, en el fondo marino emerge una perspectiva ecológica menos atenta. Desde el Mar del Norte hasta la Bahía de Bengala, científicos han descubierto que los campos electromagnéticos (CEM) emitidos por los cables eléctricos submarinos —que conectan parques eólicos marinos y redes de datos— podrían estar afectando a una de las criaturas más resilientes del océano: los cangrejos.


Investigaciones recientes muestran que los cangrejos de bolsillo ( Cancer pagurus ) y otras especies bentónicas son inusualmente sensibles a los campos electromagnéticos generados por cables de transmisión de corriente continua de alto voltaje (HVDC) en aguas costeras. Estos cables transportan electricidad desde turbinas marinas hasta tierra firme, creando halos electromagnéticos invisibles que se extienden varios metros a su alrededor.


En experimentos controlados, los investigadores observaron que los cangrejos expuestos a campos electromagnéticos exhibían patrones de actividad alterados. En lugar de buscar alimento o moverse libremente, a menudo se volvían lentos y tendían a congregarse justo encima de los cables, aparentemente atraídos por los campos magnéticos. Con el tiempo, este comportamiento podría tener graves consecuencias. «Los cangrejos utilizan señales magnéticas para orientarse, buscar alimento e incluso elegir lugares de apareamiento», explica el Dr. Suresh Karunaratne, ecólogo marino que estudia el fenómeno en la costa oeste de Sri Lanka. «La alteración de estas señales puede afectar sus ciclos naturales y, en última instancia, la salud de su población».


Los posibles impactos van más allá de las especies individuales. Los cangrejos desempeñan un papel importante en los ecosistemas marinos como depredadores y carroñeros, reciclando nutrientes y manteniendo el equilibrio del lecho marino. Si las perturbaciones electromagnéticas alteran su distribución o reproducción, podrían verse afectadas cadenas tróficas enteras. Los pescadores ya están notando los primeros cambios. «Antes obteníamos capturas constantes en los mismos tramos rocosos», comentó un pescador de Galle. «Ahora los cangrejos parecen moverse de forma impredecible».


Sin embargo, los científicos recomiendan precaución antes de sacar conclusiones precipitadas. La exposición a los campos electromagnéticos varía según el diseño del cable, la carga de corriente y las condiciones del fondo marino. Algunos investigadores argumentan que los riesgos pueden reducirse mediante un mejor blindaje y una instalación cuidadosa del cable. Las asociaciones industriales han comenzado a financiar programas de monitoreo a largo plazo para comprender mejor y mitigar los posibles impactos.


El debate pone de relieve el mayor reto de la transición energética: equilibrar el progreso tecnológico con la responsabilidad ambiental. Mientras los países impulsan la expansión de los parques eólicos marinos y las conexiones de datos submarinas, las consecuencias invisibles de la contaminación por polvo electromagnético deben formar parte del debate.


En definitiva, la historia de los cangrejos y los cables submarinos nos recuerda que incluso las tecnologías más limpias pueden tener impactos inesperados en la naturaleza. Nuestra tarea es garantizar que el silencioso zumbido del progreso humano no ahogue los delicados ritmos de la vida bajo las olas.

 
 
 

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